La niñez está cada vez más mediatizada. Las niñeras electrónicas -consciente o inconscientemente- se expanden en cada momento de la vida cotidiana, casi sin pedir permiso. Los dispositivos móviles llevan los contenidos audiovisuales a cualquier lugar de la infancia. La TV ya no se mira solo en el televisor, y los niños y niñas están conectados como nunca antes. ¿Qué hacer con esas infancias hiperconectadas a contenidos de aquí y de allá no siempre resguardados por una curaduría afín a ellas? ¿Cómo hacer de la “cultura tech” un instrumento para el desarrollo activo y sin violencias ni discriminaciones de generaciones que nacieron mirando a una pantalla? Ese es justamente el trabajo del que se encarga el Consejo Asesor de la Comunicación Audiovisual y la Infancia (Conacai), el organismo que asesora al Enacom en el diseño de políticas públicas en materia de comunicación e infancias con perspectiva de Derechos Humanos, y que por estos días está cumpliendo una década.
Tras el desguace que el gobierno de Cambiemos hizo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el Conacai -como tantas otras instancias- está en pleno proceso de reconstrucción. El décimo aniversario sirve, entonces, como puntapié para relanzar el organismo que promueve los derechos comunicacionales de las infancias y adolescencias, en tanto no solo audiencias de contenidos y nuevas tecnologías, sino también como sujetos sociales activos.
“El gran aporte del consejo a la industria audiovisual fue el haber puesto en agenda la perspectiva de infancia, con todas sus implicancias”, le explica a Página/12 Dolores Espeja, coordinadora del Conacai. “Así es como a través de los Criterios de Calidad y otros instrumentos elaborados en su primera etapa de funcionamiento alentó un diálogo permanente con productoras, medios y profesionales de la comunicación de todo el país para interpelar los modos de abordar los contenidos vinculados con infancias y adolescencias o dirigidos a ellxs, tanto en el ámbito de la noticia como en el de la ficción, con el objeto de promover prácticas respetuosas, que contribuyan a su desarrollo integral, considerando sus puntos de vista y su participación en los asuntos que les resultan de interés”.
Entre sus funciones, el consejo se expide públicamente ante situaciones en los que los derechos de las infancias han sido vulnerados, como en los casos de búsqueda de paradero de un niño o niña, en que los medios pueden ejercer una valiosa función social difundiendo su imagen o datos personales, pero que una vez resuelto debe cesar de exhibirse para no vulnerar su derecho a la intimidad y privacidad. “Lograr que los medios asuman este rol significativo y respetuoso -subraya la guionista- también forma parte de la agenda del Conacai y del Enacom. Y si bien no se verifica su cumplimiento riguroso, se trata de trabajar en orden a una transformación simbólica y cultural que obligue tanto a las empresas y profesionales de la comunicación como a las audiencias a repensar el rol de los medios en materia de promoción de derechos en general y de los de este colectivo en particular”.
El aniversario redondo será la excusa para redefinir el rol del consejo y de sus objetivos, en función de los inevitables cambios tecnológicos que se vislumbran en la sociedad. “El Conacai celebra sus diez años considerando esta etapa como una refundación, porque por un lado estuvo prácticamente inactivo durante la gestión macrista, pero además porque el desarrollo tecnológico nos obliga a retomar la tarea considerando no solo los medios tradicionales sino las nuevas plataformas y dispositivos digitales con los cuales las infancias y adolescencias están especialmente familiarizadas”, detalla Espeja. Ese plan de trabajo descansa en dos ejes fundamentales: “Por un lado, en la necesidad de reinstalar el espacio en el lugar significativo que la ley le otorga en el campo de la comunicación ligada a las infancias, que durante mucho tiempo ocupó de manera creciente, y que implica la restitución y consolidación de sus derechos. Y, por otra parte, se impone actualizar y extender el alcance de la mirada en dirección a las nuevas tecnologías y las multipantallas, haciendo foco en la problemática que representa la brecha digital para muchos niños y niñas del país en el acceso a la educación y a los bienes culturales”.
La aspiración a una comunicación audiovisual federal, que sea capaz de incluir a las diferentes infancias que forman parte del entramado cultural argentino, es otro de los aspectos que el Conacai buscará profundizar. “Debemos establecer un vínculo intenso con las representaciones provinciales y los actores de la comunicación audiovisual local y regional para poner en práctica el federalismo -entiende la coordinadora-. Otra de las directrices es la de la inclusión, igualdad y justicia social, que además de comprometernos con el trabajo que lleva adelante el Enacom en materia de disminución de la brecha digital, orienta acciones vinculadas con la alfabetización mediática, con la accesibilidad, con la diversidad en sus distintas expresiones y con el fomento de una comunicación democrática, que promueva los derechos humanos y que desaliente la infodemia y los discursos discriminatorios y reproductores de violencia”.
Espeja cree que, pese a los esfuerzos propios e institucionales, la industria audiovisual argentina aún tiene enormes deudas con las niñas y niños: “Hay una deuda que se verifica en la escasez de producción local y exhibición de contenidos dedicados a las infancias y adolescencias; contenidos que además manifiesten una perspectiva crítica respecto de los parámetros estéticos y narrativos hegemónicos y pongan en valor una mirada situada en nuestras coordenadas geográficas, sociales y políticas. La industria aún tiene mucho por recorrer en cuanto a la adopción del paradigma de derechos de la Convención de los Derechos de los Niños y Niñas. Continúa pendiente el desafío de visibilizar a las infancias y adolescencias, y de representarlas como son: diversas, plurales y federales. La Argentina y toda su variedad de identidades sigue siendo mostrada y narrada desde una mirada porteñocéntrica, en detrimento de narrativas más propias de idiosincrasias regionales y locales que no aparecen, o lo hacen como complemento de los relatos centrales. También hay un acotamiento temático que deja afuera los intereses e imaginarios de los niños y niñas que no responden a los rasgos característicos de la clase media, que viven en grandes ciudades, y que mantienen y reproducen ciertas pautas de consumo impuestas como norma y como criterio de inclusión”.
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